Por Prof. Santiago Peluso
Responsable de Educación, CARITAS ARGENTINA
Propuesta publicada en Clarín el 30/9 en Cartas al País
Algunos datos de la realidad de nuestro país deberían, por lo menos, incomodarnos: rico en recursos (con alimentos para 10 veces su población), con reservas que alcanzan para pagarle al FMI y al Club de París sin conmover al Estado (quedando lo suficiente para mantener el dólar donde se quiera), con un alto superávit en las cuentas públicas que lleva a cuestionar el elevado nivel del IVA que pagan por igual ricos y pobres y el “impuesto de emergencia” a los débitos y créditos que paga la clase media fundamentalmente.
Mientras tanto hay alrededor de 10 millones de pobres que incluyen no menos de 30 % de indigentes.
Mientras tanto el PBI per cápita de la Capital Federal se parece al de un país desarrollado y el PBI per cápita de algunas provincias del NEA y del NOA se parece al de los países más pobres del mundo.
Mientras tanto todos los días se muere un chico en la Pcia. de Bs. As. por razones solucionables y evitables (por ejemplo agua potable y vacunas).
Sorprende escuchar golpear cacerolas por el tema del campo en la Ciudad de Bs. As. Y nunca escuchar el mismo reclamo por nuestros compatriotas pobres e indigentes.
Sorprende que sigamos aceptando el 21 % del IVA en los consumos populares y el 6 por mil en cada movimiento bancario.
Un proyecto con desarrollo humano permitiría advertir que, con el uso del impuesto al cheque, se podría eliminar totalmente la indigencia y reducir enormemente la pobreza y el hambre (sobre todo de los menores de 18 y los mayores de 60 excluidos socialmente).
Y también con más eficiencia y mejores criterios en los planes sociales.
Llama la atención el debate planteado sobre la redistribución de la riqueza hace pocos meses y que ya no se vuelva a hablar de este tema tan importante.
¿Se querrá realmente eliminar la pobreza?
¿Será conveniente para el Poder político que permanezcan los pobres como clientes, con falta de educación?
¿Nos duele a todos la desigualdad?
Para que hablemos de desarrollo humano no podemos tener los niveles de pobreza y desigualdad de nuestra sociedad.
Que podrían ser aún peores si no fuera por la tarea de muchas Organizaciones de la Sociedad Civil y de muchísimos voluntarios y misioneros.
Esta deuda social es un verdadero escándalo en un país que tiene todas las posibilidades para que esto no ocurra.
¿Serán capaces nuestros representantes de legislar y ejecutar políticas públicas que salden esta deuda interna?
Imaginemos una sociedad sin pobreza y con niveles educativos aceptables.
¿Habrá alguna vez un cacerolazo contra el hambre, contra la pobreza y la indigencia?
Responsable de Educación, CARITAS ARGENTINA
Propuesta publicada en Clarín el 30/9 en Cartas al País
Algunos datos de la realidad de nuestro país deberían, por lo menos, incomodarnos: rico en recursos (con alimentos para 10 veces su población), con reservas que alcanzan para pagarle al FMI y al Club de París sin conmover al Estado (quedando lo suficiente para mantener el dólar donde se quiera), con un alto superávit en las cuentas públicas que lleva a cuestionar el elevado nivel del IVA que pagan por igual ricos y pobres y el “impuesto de emergencia” a los débitos y créditos que paga la clase media fundamentalmente.
Mientras tanto hay alrededor de 10 millones de pobres que incluyen no menos de 30 % de indigentes.
Mientras tanto el PBI per cápita de la Capital Federal se parece al de un país desarrollado y el PBI per cápita de algunas provincias del NEA y del NOA se parece al de los países más pobres del mundo.
Mientras tanto todos los días se muere un chico en la Pcia. de Bs. As. por razones solucionables y evitables (por ejemplo agua potable y vacunas).
Sorprende escuchar golpear cacerolas por el tema del campo en la Ciudad de Bs. As. Y nunca escuchar el mismo reclamo por nuestros compatriotas pobres e indigentes.
Sorprende que sigamos aceptando el 21 % del IVA en los consumos populares y el 6 por mil en cada movimiento bancario.
Un proyecto con desarrollo humano permitiría advertir que, con el uso del impuesto al cheque, se podría eliminar totalmente la indigencia y reducir enormemente la pobreza y el hambre (sobre todo de los menores de 18 y los mayores de 60 excluidos socialmente).
Y también con más eficiencia y mejores criterios en los planes sociales.
Llama la atención el debate planteado sobre la redistribución de la riqueza hace pocos meses y que ya no se vuelva a hablar de este tema tan importante.
¿Se querrá realmente eliminar la pobreza?
¿Será conveniente para el Poder político que permanezcan los pobres como clientes, con falta de educación?
¿Nos duele a todos la desigualdad?
Para que hablemos de desarrollo humano no podemos tener los niveles de pobreza y desigualdad de nuestra sociedad.
Que podrían ser aún peores si no fuera por la tarea de muchas Organizaciones de la Sociedad Civil y de muchísimos voluntarios y misioneros.
Esta deuda social es un verdadero escándalo en un país que tiene todas las posibilidades para que esto no ocurra.
¿Serán capaces nuestros representantes de legislar y ejecutar políticas públicas que salden esta deuda interna?
Imaginemos una sociedad sin pobreza y con niveles educativos aceptables.
¿Habrá alguna vez un cacerolazo contra el hambre, contra la pobreza y la indigencia?
1 comentario:
He tenido la oportunidad de recorrer mi país casi en su totalidad. Es sorprendente cómo pueblos del norte sigan tan pobres como hace varias décadas atrás, mientras se llevan las riquezas de la zona en modernas unidades de transporte contrastando con los medios de los habitantes esos lugares. De la redistribución de las riquezas? De la educación? De la igualdad de oportunidades? Existen necesidades básicas extremas que no podemos permitir que se mencionen en discursos políticos y luego pasen al olvido. Hagamos cuentas simples, cuánto produce una provincia y cuánto recibe el más necesitado. Si se gobierna para unos pocos, las consecuencias pueden ser muy dolorosas.
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