9 de julio de 2008

La voz de los que no tienen voz

Por Alejandro Rofman*
Artículo Página 12 - Martes 27 de mayo de 2008


La estructura económico-social del conjunto de los productores agrarios del país está fuertemente fragmentada. A quienes hemos estado escuchando con voz estentórea estos últimos meses los podemos ubicar en un segmento privilegiado, aunque minoritario. Este se reconoce a poco que se adviertan signos concretos de su gran capacidad para captar renta y beneficios de la actividad. También cuando se identifiquen los precios que el valor de la tierra pampeana tiene desde principios de este siglo. Y, además, se los define por los costos de los arrendamientos que usualmente se abonan al propietario de las tierras que las cede para su explotación a terceros, ya sean otros productores medianos o grandes, grupos financieros externos al agro o grandes conglomerados económicos con base en la misma actividad.

Un reciente trabajo de dos destacadas profesoras de la Universidad Nacional de Rosario indica que si se analiza la cuenta de productores sojeros de reducido tamaño (120 hectáreas) de la zona sur de Santa Fe, luego de la implantación del nuevo sistema de retenciones móviles para la soja y el girasol, se explica que “en un año con buenas condiciones climáticas que proporcione un rendimiento de 40 quintales por hectárea, con un precio de 87,50 pesos por quintal le brindaría a un productor de 120 hectáreas un ingreso neto de 245.991 pesos/campaña, con el cual podría vivir bien una familia tipo”. Las mismas autoras consignan que dado que el costo total por hectárea va disminuyendo a medida que se amplía la dimensión del predio donde se cultiva soja, la rentabilidad aumentaría por unidad de superficie a por lo menos el doble (Ana Quagliani y Susana Zuliani, El efecto retención en el sur de Santa Fe, La Capital, Rosario, 18 de mayo de 2008, Sección Economía, página 2).

¿Qué le sucede al otro gran segmento de productores, que no ha logrado beneficios para capitalizarse desde la convertibilidad y su nivel tecnológico y de equipamiento le impide alcanzar la eficiencia operativa del que está integrado al espacio arriba descripto? Sencillamente, su porvenir está comprometido, pues la brecha económica y social con el segmento más afortunado se amplía con el tiempo. Este proceso ocurre con la pequeña producción que apenas recibe ingresos para la subsistencia familiar o, incluso, requiere de trabajos extraprediales de los integrantes de la familiar residente en la finca para alcanzar los recursos monetarios indispensables para la subsistencia.

Son los productores familiares que residen en forma permanente en la finca de la cual son propietarios o revistan, simplemente, como ocupantes con o sin contrato, de elevada presencia en las regiones extrapampeanas. Una estimación reciente calcula que suman más del 50 por ciento del total de productores agropecuarios del país. La tarea que despliegan no apunta a obtener rentas de la tierra o ganancias empresariales sino a maximizar su ingreso para la subsistencia familiar o, eventualmente, para capitalizarse. Es decir, aspiran a alcanzar el valor más elevado posible de recursos monetarios por la comercialización de los excedentes de su proceso productivo y encaran la sustitución por producción propia de consumos de frutas, hortalizas, legumbres, derivados de la leche y carne aviar, porcina o vacuna que deberían hacer en el mercado.

Estos productores familiares y/o campesinos organizan su actividad productiva en predios de reducida dimensión, utilizando exclusivamente fuerza de trabajo generada en el seno de la familia y empleando tecnología tradicional ambientalmente sustentable y, en muchos casos, heredada de sus ancestros. Los más de 200.000 productores familiares son los casi únicos productores de frutas, hortalizas, legumbres, caña de azúcar (en Tucumán), tabaco, yerba mate, etc. En algunas actividades coexisten tales productores familiares con grandes establecimientos, con el resultado de que abarcan mucha más fuerza de trabajo pero menor nivel de producción física. Es el caso del algodón.

Sus carencias abarcan desde la generalizada imposibilidad de acumular para modificar su esquema productivo hasta las notorias dificultades en acceder a bienes públicos (vivienda, educación, salud, transporte, agua potable, cloacas). Son quienes en su realidad cotidiana actúan subordinados al gran capital concentrado que, sobre todo en el proceso comercializador, los castiga con precios más bajos que los del mercado y condiciones leoninas para percibir tales ingresos. Agrupan a quienes aún poseen, en importante proporción, problemas de legalización de títulos de acceso a la propiedad de sus predios y no disponen de acceso al crédito formal, por su muy difundida informalidad y falta de adecuación a las normas que impone el sistema bancario. Representan, por último, el sector de productores en donde se han multiplicado los desalojos forzados e ilegales, las expulsiones de predios que cultivan desde tiempos ancestrales, el efecto perverso sobre el medio ambiente que provocan los desmontes en el norte para instalar producciones sojeras, el ataque de policías bravas o jueces corruptos para desalojarlos de sus fincas.

Conscientes de esas serias dificultades, desde hace pocos meses, los más decididos de tal mayoritaria franja de pequeños productores nacionales, en representación de las numerosas organizaciones que en defensa de sus intereses los congregan se propusieron encontrar un ámbito común para reforzar su capacidad negociadora frente al poder económico y político concentrado. Así, en abril se autoconvocaron en las Primeras Jornadas Nacionales tendientes a constituir el Frente Nacional Campesino. En una segunda oportunidad, el pasado 23 de mayo, en la sede de la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo, reunieron a una cantidad creciente de organizaciones de base. Fueron más de 200 agrupaciones de productores familias y campesinos venidos de todos los puntos del país, en representación de decenas de miles de agricultores y ganaderos que viven y trabajan en sus propios predios, los que sesionaron todo el día en pos de consolidar dicho Frente. Los más de 250 delegados, donde predominaban criollas y criollos jóvenes y representantes de pueblos originarios, decidieron aprobar una serie de postulados básicos del Frente Nacional Campesino que votaron luego de una encendida discusión y, además, convocar al congreso nacional de todas las organizaciones a fines de dejar constituido, el próximo día 8 de septiembre, en la ciudad de Buenos Aires, el citado Frente. Ese día, además, van a organizar una gran Marcha Campesina desde los cuatro puntos cardinales del país para converger sobre Buenos Aires.

*ALEJANDRO ROFMAN: Doctor en Ciencias Económicas, Alejandro Rofman enseña en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y coordina el Área de Economías Regionales del Plan Fénix, proyecto elaborado por economistas a fines del año 2000 en el ámbito de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, para discutir de los problemas centrales de la economía argentina y formular propuestas, con la mirada puesta en el mediano y largo plazo, y también con algunas medidas de corto plazo, que permitan enfrentar la crisis económica que lleva afrontando el país en los últimos 7 años.Además, es investigador principal del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) y del Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR) del Centro de Estudios Avanzados de la UBA.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El planteo del profesor Roffman pone en escena la heterogeneidad existente y la contraposición de intereses de la producción primaria. De este modo, destaca la ausencia de voz de los campesinos más pobres (que además son la gran mayoría de los productores rurales) y las dificultades que tienen para canalizar sus demandas, más allá de la intensa actividad de base que realizan la mayoría de las organizaciones que representan a estos productores. Estos productores no están ni se sienten representados por la dirigencia de las 4 grandes entidades agropecuarias.

Por otra parte, la poltica pública, como se demostró en este conflicto, poco hizo (o pudo hacer) para introducir en la agenda el tema de los campesinos. Además, los programas existentes (PSA, PRODERNEA, PRODERNOA, PRO-Guerta, etc.) si bien realizan un buen trabajo, carecen de recursos y capacidad operativa acorde a las necesidades del sector.

Por último, no se sabe a cencia cierta en que situación se encuentra la propuesta del gobierno nacional de crear una Sub-secretaría de Agricultura Familiar. No sería de extrañar que luego de los últimos acontencimientos en torno al conflicto agropecuario, esta iniciativa quede a la espera de nuevas definiciones. Sería interesante, en caso que la inicitiva de crear una Sub-secretaría de agricultura Familiar prosperara, que la misma se vuelque a atender las necesidades de los pequeños campesinos pobres en lugar de ser ocupada por alguna de las entidades rural que más activamente participaron en el conflicto.

Alejandro Casalis