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Salvador González Briceño
ALAI AMLATINA, 24/06/2010.- La principal característica del mundo capitalista, en cualquiera de sus facetas históricas, pero especialmente acelerada durante la presente etapa imperialista en la globalización, es la concentración de la riqueza en pocas manos. Por eso, y pese a las crisis —más bien precisamente gracias a ellas, porque con la recesión siempre hay alguien que gana, y ganan los más ricos— últimas del capital financiero-especulativo, los ricos se vuelven más ricos contra los pobres que aumentan en número y se vuelven también más pobres.
Por lo mismo, Merrill Lynch ha reportado que en 2009 “a pesar de la recesión”, el número de millonarios en el mundo creció, porque su riqueza registra un aumento porcentual, también, de dos dígitos con respecto al año anterior. El número de millonarios aumentó en 17.1 por ciento para sumar 10 millones de individuos en 2009, en tanto su capital creció un 18.9 por ciento para alcanzar los 38 billones de dólares.
De ese total de “individuos de alto valor neto”, la crema y nata de los hombres más ricos del mundo porque acumulan la riqueza producida y luego concentrada y centralizada en algunos pocos países a los que favorece dicha concentración de capitales hasta caer bajo su control, se concentran en Estados Unidos, Japón y Alemania, entre quienes está el 53.5 por ciento de dichos individuos.
Porque para eso funciona e importa la dinámica del capitalismo en todas sus facetas, desde la producción en serie con la máquina de vapor del siglo XVIII, hasta los movimientos especulativos de las grandes bolsas del mundo en el siglo XXI, para producir riqueza. Y luego ésta se deposita en pocas manos.
Es el modelo inequitativo del reparto de dicha riqueza creada, a partir de la explotación de todas la manos del mundo que se alquilan por un salario y luego dejan en manos de otros (los que crean las condiciones del capital en su etapa productiva) el usufructo. La plusvalía en forma de plusproducto que en su faceta del mercado se realiza vía la comercialización hasta convierte en capital; y luego se reproduce a sí mismo reingresando al proceso productivo y creador de dicha riqueza, apropiándose nuevamente del fruto del trabajo hasta llegar a la dinámica bancaria para convertirse en capital financiero en muy poquísimas manos.
Desde luego que este proceso de concentración y centralización de riqueza tiene su explicación científica, y como tal amplia y compleja pero clara de entender a la luz de los datos empíricos. Nada del otro mundo. Porque está en la cimiente misma de la producción de capital. Lo que viene después son las formas más desarrolladas que adopta en la realidad.
Desde luego que los países más desarrollados son los que concentran esa riqueza, como los citados EU-Japón-Alemania, pero el resto no se queda atrás. Con todo y que, el mismo reporte de Merril Lynch incluye también a países de América Latina, con 500 mil millonarios —el mayor número que haya alcanzado este grupo— que equivale al 8.3 por ciento de la población mundial, con un crecimiento del 15 por ciento durante 2009 con respecto al año anterior.
Lo que, en otras palabras, significa que la creación de riqueza no cesa en tanto no paran las manos que la crean. No obstante la vida de la clase trabajadora sea desigualmente cada vez más cara porque crecen los precios de aquellas mercancías necesarias para su propia subsistencia, y los tiene que pagar más caros pese a la depreciación salarial y la pérdida de su poder adquisitivo.
Y luego los hombres ricos —muy conservadores, porque no exponen su dinero a riesgo alguno— prefieren colocar sus inversiones en instrumentos de “renta fija” que en el mercado accionario de ganancia más pronta si entra en el mercado accionario y especulativo.
El asunto no para en eso. Aumenta el cinismo de los ricos y de sus voceros más visibles, como las declaraciones de Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, quien se atreve a declarar que como concepto, el Tercer Mundo ha desaparecido. Y terminó en 2009. Porque esa “sección separada de la humanidad que era pobre” y dependiente de la ayuda del exterior y que no importaba mucho al mundo rico. El alegato es que mientras los países del “mundo rico” salen trabajosamente de la recesión, Asia, África y América Latina “aceleran y contribuyen más que nunca a la producción mundial”.
Como si esa característica, que es más bien coyuntural en la etapa actual de la crisis, se volviera una dinámica permanente y dichos países comenzaran a depender cada vez menos de los países ricos o hasta los dejan atrás. Nada más falo, para ver la realidad con lentes de aumento y lejos del piso que la sostiene.
No obstante que los “países en desarrollo se vuelvan otra cosa: motores de la economía mundial”. Porque de 2008 en adelante, según el BM, han aportado casi todo el desarrollo económico desde luego. Y proporciona ese año el 43.4 por ciento del ingreso global, en paridades del poder de compra, en tanto en 1980 representaba apenas el 33.7 por ciento.
Pero las conclusiones en este sentido son engañosas. Pues con todo y que “la deuda pública bruta de los países ricos se eleva del equivalente a un 75% del PIB a principios de la crisis de 2007 a un 110% que se estima para 2015, según el FMI. En los mercados emergentes, la deuda pública está por debajo de 40% del PIB y se desinfla”. (Ver, “¿El fin del Tercer Mundo?”, La Jornada, 22/VI/2010). Y, conforme otro informe de la Cepal, un 63 por ciento de los niños en América Latina padece algún tipo de pobreza que repercutirá en su futuro.
Es decir, que en tanto el mundo se polariza cada vez, los ricos son más ricos y los pobres más pobres. En el mismo año de la medición del BM, “Más de mil millones de personas viven con 1.25 dólares o menos a día, más que cuando se acuñó el término” del Tercer Mundo. ¿De qué se trata entonces? Tomadura de pelo de los ricos, y de los voceros de los ricos, para confundir o seguir justificando la concentración y una mayor riqueza en pocas manos. El imperialismo como le peor fábrica de los pobres, en el todavía existente Tercer Mundo.
Salvador González Briceño
ALAI AMLATINA, 24/06/2010.- La principal característica del mundo capitalista, en cualquiera de sus facetas históricas, pero especialmente acelerada durante la presente etapa imperialista en la globalización, es la concentración de la riqueza en pocas manos. Por eso, y pese a las crisis —más bien precisamente gracias a ellas, porque con la recesión siempre hay alguien que gana, y ganan los más ricos— últimas del capital financiero-especulativo, los ricos se vuelven más ricos contra los pobres que aumentan en número y se vuelven también más pobres.
Por lo mismo, Merrill Lynch ha reportado que en 2009 “a pesar de la recesión”, el número de millonarios en el mundo creció, porque su riqueza registra un aumento porcentual, también, de dos dígitos con respecto al año anterior. El número de millonarios aumentó en 17.1 por ciento para sumar 10 millones de individuos en 2009, en tanto su capital creció un 18.9 por ciento para alcanzar los 38 billones de dólares.
De ese total de “individuos de alto valor neto”, la crema y nata de los hombres más ricos del mundo porque acumulan la riqueza producida y luego concentrada y centralizada en algunos pocos países a los que favorece dicha concentración de capitales hasta caer bajo su control, se concentran en Estados Unidos, Japón y Alemania, entre quienes está el 53.5 por ciento de dichos individuos.
Porque para eso funciona e importa la dinámica del capitalismo en todas sus facetas, desde la producción en serie con la máquina de vapor del siglo XVIII, hasta los movimientos especulativos de las grandes bolsas del mundo en el siglo XXI, para producir riqueza. Y luego ésta se deposita en pocas manos.
Es el modelo inequitativo del reparto de dicha riqueza creada, a partir de la explotación de todas la manos del mundo que se alquilan por un salario y luego dejan en manos de otros (los que crean las condiciones del capital en su etapa productiva) el usufructo. La plusvalía en forma de plusproducto que en su faceta del mercado se realiza vía la comercialización hasta convierte en capital; y luego se reproduce a sí mismo reingresando al proceso productivo y creador de dicha riqueza, apropiándose nuevamente del fruto del trabajo hasta llegar a la dinámica bancaria para convertirse en capital financiero en muy poquísimas manos.
Desde luego que este proceso de concentración y centralización de riqueza tiene su explicación científica, y como tal amplia y compleja pero clara de entender a la luz de los datos empíricos. Nada del otro mundo. Porque está en la cimiente misma de la producción de capital. Lo que viene después son las formas más desarrolladas que adopta en la realidad.
Desde luego que los países más desarrollados son los que concentran esa riqueza, como los citados EU-Japón-Alemania, pero el resto no se queda atrás. Con todo y que, el mismo reporte de Merril Lynch incluye también a países de América Latina, con 500 mil millonarios —el mayor número que haya alcanzado este grupo— que equivale al 8.3 por ciento de la población mundial, con un crecimiento del 15 por ciento durante 2009 con respecto al año anterior.
Lo que, en otras palabras, significa que la creación de riqueza no cesa en tanto no paran las manos que la crean. No obstante la vida de la clase trabajadora sea desigualmente cada vez más cara porque crecen los precios de aquellas mercancías necesarias para su propia subsistencia, y los tiene que pagar más caros pese a la depreciación salarial y la pérdida de su poder adquisitivo.
Y luego los hombres ricos —muy conservadores, porque no exponen su dinero a riesgo alguno— prefieren colocar sus inversiones en instrumentos de “renta fija” que en el mercado accionario de ganancia más pronta si entra en el mercado accionario y especulativo.
El asunto no para en eso. Aumenta el cinismo de los ricos y de sus voceros más visibles, como las declaraciones de Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, quien se atreve a declarar que como concepto, el Tercer Mundo ha desaparecido. Y terminó en 2009. Porque esa “sección separada de la humanidad que era pobre” y dependiente de la ayuda del exterior y que no importaba mucho al mundo rico. El alegato es que mientras los países del “mundo rico” salen trabajosamente de la recesión, Asia, África y América Latina “aceleran y contribuyen más que nunca a la producción mundial”.
Como si esa característica, que es más bien coyuntural en la etapa actual de la crisis, se volviera una dinámica permanente y dichos países comenzaran a depender cada vez menos de los países ricos o hasta los dejan atrás. Nada más falo, para ver la realidad con lentes de aumento y lejos del piso que la sostiene.
No obstante que los “países en desarrollo se vuelvan otra cosa: motores de la economía mundial”. Porque de 2008 en adelante, según el BM, han aportado casi todo el desarrollo económico desde luego. Y proporciona ese año el 43.4 por ciento del ingreso global, en paridades del poder de compra, en tanto en 1980 representaba apenas el 33.7 por ciento.
Pero las conclusiones en este sentido son engañosas. Pues con todo y que “la deuda pública bruta de los países ricos se eleva del equivalente a un 75% del PIB a principios de la crisis de 2007 a un 110% que se estima para 2015, según el FMI. En los mercados emergentes, la deuda pública está por debajo de 40% del PIB y se desinfla”. (Ver, “¿El fin del Tercer Mundo?”, La Jornada, 22/VI/2010). Y, conforme otro informe de la Cepal, un 63 por ciento de los niños en América Latina padece algún tipo de pobreza que repercutirá en su futuro.
Es decir, que en tanto el mundo se polariza cada vez, los ricos son más ricos y los pobres más pobres. En el mismo año de la medición del BM, “Más de mil millones de personas viven con 1.25 dólares o menos a día, más que cuando se acuñó el término” del Tercer Mundo. ¿De qué se trata entonces? Tomadura de pelo de los ricos, y de los voceros de los ricos, para confundir o seguir justificando la concentración y una mayor riqueza en pocas manos. El imperialismo como le peor fábrica de los pobres, en el todavía existente Tercer Mundo.
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